martes, 19 de enero de 2010

Lobas, Róbalos y Lubinas... Memorizando condiciones

 Pateo, mucho pateo...al sur.
Cada año es diferente.
Ahora andamos detrás de este hermoso pez. Algo que desde hace tiempo me fascina es pensar que siempre hay algo nuevo que aprender en esto. La pesca está sujeta a muchos factores variables, y por lo tanto ésta también lo es. Y para mí la Lubina es un caso aparte, nada que ver con los típicos sierras, pejerreis o bicudas, mucho más predecibles y a mi forma de ver, fáciles de engañar.
Como sabemos, caza y se esconde entre la espuma, olas y rompientes, y es una especie tremendamente sensible tanto a los cambios de marea como los atmosféricos en general, por lo que la dificultad que entraña su captura me hace romperme muchas veces la cabeza para dar con ellas en el momento justo.

De momento vamos dando con ellas este invierno a trompicones, con efectividad pero teniendo que aguantar algún que otro bolo pasando frio y soportando tener que mojarme a las 6 de la mañana por la ausencia de un vadeador en la colección de pesca.
El fin de semana decidí que era buen momento para el senderismo pesquero. Rumbo sur durante casi media hora en coche, llego al pesquero a las 7 de la mañana. No lo conozco bién, por lo que me preparo para todo y comienzo a lanzar con un Nabarone de Ima color sardina laser. Busco en las espumas cerca de las piedras que sobresalen frente de mí, y después de cambiar el señuelo y probar con magnet darters de Yo-Zury, se produce mi primer contacto verdadero con el pesquero. Algo toca el señuelo y me da un fuerte tráncon, pero no clava bien y se suelta al instante. Tras varios lances más cambio de señuelo y esta vez sí que tengo suerte.

Una lubina, creo, ha atacado a uno de los Nabarone, este de color caballa. Saca algo de hilo y la caña se arquea bastante, pero freno un poco con la mano y en menos de 1 minuto pongo en mis pies un róbalo de 3 kg. Ha sido muy rápido, pues comió a mis pies y corrió hacia uno de mis lados, facilitándome mucho la recuperación del bicho.Ya no hubo más suerte en la mañana, salió un sol de pleno verano y recogí bártulos con algunas conclusiones en la cabeza.

Y más pateo...al norte, con premio.

Había quedado con Dani para otro día de senderismo pesquero, esta vez por el norte. . El pesquero lo conozco bien y tenemos la esperanza de dar con pejerreis y lubinas, que normalmente suelen ser asiduas a ésta zona. Nos esperan más de 30 min. en coche y otros 30 a pié a buen ritmo.  Probaremos primero con los pejerreis.
Una vez en el pesquero, no perdemos tiempo y comenzamos a lanzar, codo con codo, en la misma piedra, y soy yo, al tercer lance, el que tiene suerte. Una pequeña y peleona sierrita decidió atacar con rabia el magnet darter. Pena que no hubo doblete.
Como siempre, corre para arriba, coge la cámara, retratera y vuelta al mar, que aún le quedan kilos por engordar... La alegría fue muy grande, pues días atrás no se veía actividad en esa zona y sí mucha carnada, y hoy parecía que se les podía engañar. Además, era el primer sierra que pillo en ese veril en años de pesca. Habían razones para estar motivados.

Sin embargo, eso fue lo único que vimos en unas 6 horas de spinning por la zona, moviéndonos por las bajas más propensas de ser rondadas por los carángidos, pero nada de nada, solo un pejerrei de 5/6 kg mostró interés a un paseante de Dani, persiguiéndolo hasta las rocas.
A última hora, cansados y de vuelta al coche, decidimos seguir pescando y tocar las espumas y piedras, ahora en busca de róbalos.
Tras unos 20 minutos lanzando y caminando, de pronto me encuentro una imagen sorprendente tras unos riscos.

Dani está pegado, no me lo esperaba y veo como la caña se dobla mucho en el intento de varar el pescado. Rápidamente le ayudo y la ponemos en seco. El día de búsqueda a tenido su fruto, una loba hermosa que pasó sobradamente los 5 kilos nos ha dado mucha alegría y esperanza de volver a pillarlas.
Evidentemente, la captura me dejó adrenalítico perdido y mientras el compañero se hacia las fotos, yo continué rebuscando entre la espuma y las olas en busca de mi loba. El día estaba echado, la oscuridad hizo acto de presencia y nos retiramos rumbo a casa.
Me queda decir que todo el trayecto de vuelta lo hice en silencio, cansado y destrozado pero muy contento por el día que había pasado. Solo habíamos tocado dos peces en más de seis horas, pero las conclusiones nuevas y el pez del compañero bien valían la jornada de la que habíamos disfrutado.                                                                        Enhorabuena Daniel.                                                                                                                                                             

1 comentario:

David Martín Alcaraz dijo...

Veo que seguís a tope por allí. Le vas cogiendo el punto a las lobas ¿eh?
Enhorabuena por esas capturas, la de tu colega es auténticamente antológica.